La pandemia y el encierro han provocado muchos cambios en nuestras rutinas de trabajo. Seguramente, muchos hemos aumentado el número de horas frente a un computador entre trabajo y ocio, incluyendo las muchas veces odiadas reuniones de trabajo “que fácilmente podrían haber sido un correo electrónico”. De repente, las interacciones personales dependen de que tu micrófono, tu cámara y tu conexión a internet sean relativamente estables. Pero en este contexto, esta situación global nos ha traído algo más que reuniones de trabajo. Las instituciones y grupos académicos han mantenido algunas de sus actividades como las ponencias institucionales llevándolas al espacio virtual, y han tenido tanto éxito que prácticamente todos los días vemos invitaciones a webinarios en las redes sociales sobre todos los temas posibles. Se trata, en la mayoría de los casos, de charlas abiertas con uno o varios invitados a las que uno puede asistir por simple curiosidad o puro interés académico desde la comodidad de su sofá. Podemos decir que actualmente estamos sumergidos en este mar de webinarios; yo misma he sido tanto organizadora como ponente y obviamente oyente de algunos de ellos. De esta dinámica han surgido muchos pensamientos (algunos positivos, otros negativos) que quisiera compartir con ustedes en esta entrada, para hacer una reflexión del papel que han empezado a tener estos espacios en los círculos académicos y de los aspectos que debemos pensar para que sean cada vez mejores.

Empecemos con los aspectos positivos de este mar de webinarios. Me encanta saber que gracias a las circunstancias actuales puedo acceder a charlas de gran calidad, con ponentes impresionantes sobre una infinidad de temas que bajo condiciones normales no tendría posibilidad de presenciar. Conocer de primera mano el trabajo de investigadores de otras ciudades o regiones; poder asistir a las defensas de tesis de colegas que incluso viven en países del otro hemisferio, es algo que difícilmente ocurría en épocas pre-covid. Y no necesariamente por falta de tecnologías, sino porque simplemente la forma de hacer las cosas era diferente.
El ser humano como primate que es, es más receptivo a las imagenes y al sonido que al simple texto y además es un ser sociable que puede responder de manera positiva a estas interacciones. Sin embargo, el conocimiento científico generalmente se transmite por medio de artículos científicos, acompañados de figuras asociadas a las preguntas de investigación y rara vez uno tiene cierta idea de quién es la persona detrás del texto. La posibilidad de ver y escuchar a investigadores que a veces uno sólo conoce por sus ideas escritas, le confiere además algo de humanidad a nuestra profesión que a veces parece tan fría. Me ha sorprendido gratamente ver que el rostro de muchos ponentes es el de científicos y científicas jóvenes, abiertos a conversar sobre sus ideas con un lenguaje un poco más cálido que a través de un correo formal o un artículo replica de otro artículo.
Una cosa peculiar que he notado de los webinarios es el hecho que tanto organizadores como ponentes terminamos haciendo un gran esfuerzo totalmente ad honorem. Así como cuando revisamos artículos científicos para las revistas sin recibir ninguna retribución económica, del mismo modo los ponentes preparan presentaciones y dedican su tiempo para una actividad que no tendrá retribución económica alguna. Es una labor desgastante. Como ponente y organizadora de algunos de estos espacios podría decir que el principal beneficio es la visibilización del trabajo y que gracias a esta participación he tenido la fortuna de hacer contactos con diferentes personas dentro y fuera del país con ideas muy bonitas que no hubiera conocido de otra forma (y mucho menos en pleno encierro). ¿Colaboraciones a futuro? Sólo el tiempo lo dirá.
Cabe aclarar que esta dinámica de webinarios nos ha mostrado también el efecto de ser parte de redes o colectivos en la visibilización de determinados trabajos. Probablemente tienes mayor chance de ser invitado a participar en un webinario si tienes una red de contactos diversa, pues no es un secreto que muchas veces los organizadores invitan a personas que conocen personalmente o de las que ya han escuchado antes. Una muestra de las consecuencias -negativas- de trabajar como cusumbo solo.
Un fenómeno asociado a estas redes de trabajo, que sin duda ha sido más obvio en los webinarios, son los sesgos sociales y culturales que uno detecta cuando revisa los nombres de los ponentes con cuidado. La abundancia de paneles de sólo hombres (o Manels) es sólo un ejemplo que incrementa las desigualdades en el reconocimento de trabajos y personas de una condición de mayor o menor privilegio. Afortunadamente, el mismo hecho de que estos eventos sean cada vez más visibles ha permitido que varios alcen la voz por los mismos medios de divulgación para rechazar estos escenarios tan homogéneos y se promuevan eventos más cercanos a la diversidad real y muchas veces oculta en la ciencia.

Otro problema asociado a estos eventos es el síndrome del impostor de tanto ver ponencias de gran calidad. Tenemos la mala costumbre de juzgarnos y compararnos en vez de pensar de una manera colaborativa, y este escenario actual nos está dando la posibilidad de ampliar nuestras redes de trabajo. Esto ya es un asunto de pensamientos que no cambiará de un día para otro, pero el traerlo a la mesa es un primer paso para ver si podemos mejorar en este aspecto.
Finalmente, debo mencionar que bajo estas dinámicas, el espectador también se satura mentalmente y entra en el conflicto de si seguir viendo más y más charlas o “perder la oportunidad de verlas” para trabajar en sus obligaciones o descansar un poco porque, seamos sinceros, aunque gran parte de esas charlas queden grabadas, rara vez realmente lo hacemos después de que el evento ha ocurrido.

Una pregunta que queda es ¿Qué pasará con estos eventos en un futuro? Suponiendo que algún día podamos volver a cierta normalidad, trabajar en los espacios institucionales y no desde las casas, ¿estos seminarios seguirán abundando en la red o irán desapareciendo? Yo apostaría a que seguirán existiendo tal vez en menor medida que en estos meses, pero muchísimo más frecuentes que en la era pre-covid. Volviento a la nuestra condición de primates sociales, durante estas épocas nos hace falta la interacción social mas allá de una pantalla. Es por eso que, por ejemplo, los congresos presenciales mantienen esa acogida, porque nos permite generar y fortalecer lazos sociales con nuestros colegas de manera directa. ¿Ustedes qué opinan?