¿Historias de terror detrás de los artículos científicos?

El título de mi entrada, aunque publicada en octubre, no hace alusión a Halloween, sino a las historias no contadas que muchos estudiantes y colegas han vivido para lograr publicar un artículo científico. Son tantas las historias -como el famoso Reviewer 2- y tan de diverso tipo, que se necesitarían varias entradas para narrarlas. Aquí sólo me referiré al tema de las coautorías. A pesar de lo “macabras” que puedan sonar las historias, al final espero dejar un mensaje optimista en el que invito a seguir haciendo ciencia de forma ética, también como una forma de protesta ante el sistema de evaluación productivista en el que nos movemos.

Tomado de reddit.com

Recientemente tuve la oportunidad de participar en dos congresos, el XVI Congreso Nacional de Mastozoología y el IX Congreso Mexicano de Ecología; en estos espacios, los vinculados a la academia, aprovechamos para ponernos al tanto con estudios, establecer colaboraciones, y también, reencontrarnos con viejos amigos. En esas conversaciones fueron surgiendo historias de las que no nos debemos enorgullecer, prácticas no éticas para lograr coautorías sin ningún mérito por parte de conocidos, famosos, no conocidos, no tan famosos. Quiero aclarar que las menciones a las que acudiré no son exclusivas de un gremio, y también, que no pretendo generalizar sobre tod@s l@s académic@s. Me atrevo a pensar que es un puñado de malos practicantes en un mar de académicos honestos. Sin embargo, esos casos, aunque sean aislados, afectan la trayectoria académica y a veces de vida de las personas.

Todos sabemos, y está bastante bien establecido en los lineamientos de las revistas científicas, que para ser coautor de una publicación se debe hacer una contribución significativa al estudio plasmado en el manuscrito. La coautoría en un artículo no sólo es cuestión del crédito por un aporte, se trata también de la responsabilidad que conlleva el que mi nombre aparezca en la publicación. Entonces, cuando un investigador o investigadora (esto no respeta géneros) exige que lo pongan como coautor@ del manuscrito de un colega al que no ha contribuido nada, simplemente porque es el/la “jefe/a” del laboratorio, está abusando de su poder, ejerciendo hostigamiento laboral e inflando sus cifras de productividad de una forma totalmente indebida. Otro tipo de prácticas de las que me platicaron colegas, es el penoso caso en el que un coautor no busca favorecerse a sí mismo sino a su pareja. De nuevo, gracias a su posición de poder, coacciona a su colega o tesista para que ponga a su pareja en el manuscrito en el que literalmente dicha persona no ha hecho nada, cometiendo un acto que falta a la ética. Los protagonistas de estas historias varían pero el patrón se repite, un personaje, generalmente en una posición de poder, que se aprovecha de ésta para sacar ventaja de la productividad de los miembros de su laboratorio. Por otro lado, no menos grave, está la situación de la coautoría regalo: investigador@s que colocan a un colega -generalmente de rango académico similar- como coaut@r de un manuscrito en el último momento del proceso de envío como parte de una estrategia premeditada para “pagar” favores anteriores o tener un “saldo a favor” que se cobrará más adelante. Independientemente de los “puntos” obtenidos de forma incorrecta, me parece que lo más triste en estos escenarios es que en su accionar estos colegas afectan negativamente a otros. Al ejecutar estas prácticas, atentan contra la tranquilidad, la autoconfianza y en últimas, la salud mental de sus colaboradores. 

Sin proponérmelo, estas pláticas coincidieron con una reflexión que estaba haciendo luego de ver los perfiles académicos de divers@s investigador@s. El ver el número de artículos que publican por año, la posición que ocupan en los mismos, las revistas en las que publican, me ha llevado a desconfiar de aquellos, que a mi parecer, lucen “demasiado productivos” pues me pregunto: “¿En cuántos de estos artículos sí habrán hecho una contribución intelectual meritoria?, ¿Cuántos serán producto de coautorías regalo?, ¿En cuántos de estos están porque lo solicitaron “amablemente” al estudiante y no porque trabajaran adecuadamente en él?” A pesar de la posible mala praxis, no olvidemos que contamos con varias propuestas para hacer de la asignación de coautorías un proceso ético y transparente (por ej., Hunt 1991, Tscharntke et al. 2007, Shen and Barabási 2014). ¡Usémoslas desde el aula! Aquellos colegas que imparten cursos de redacción de artículos o de ética en la academia podrían poner a sus estudiantes a que hagan el ejercicio con sus artículos publicados o por publicar. Sospecho que se darían unas buenas sorpresas.

Encuesta publicada en el blog dynamic.ecology en el que indagaron sobre el tipo de responsabilidades que debería tener un autor de correspondencia.

Ahora, en la práctica como líder de un proyecto, ¿qué podemos hacer? Lo primero que recomiendo es hacer explícitos los acuerdos de publicación desde el inicio de los proyectos. Estas conversaciones que pueden resultar incómodas, son necesarias para evitar malos ratos en el futuro. Por supuesto, estos acuerdos pueden adaptarse a medida que el proyecto avanza, lo importante es mantener una buena comunicación. De otro lado, es fundamental que estemos informados de las políticas de propiedad de datos de las instituciones, pues estas condiciones pueden influir en las prácticas de asignación de coautorías. Finalmente, si corresponde, acudamos a la denuncia. Aunque entiendo que es una decisión ponderada y totalmente personal y que muchos no nos atreveríamos a hacerlo por miedo a las represalias y consecuencias en nuestras vidas: no lograr titularse, no conseguir una extensión en el postdoctorado, reducir a cero las posibilidades de una plaza; al menos hagamos eco de quienes sí lo hacen. Este es el caso de Nathalia Castillo, una estudiante que con su testimonio empujó a que otros se animaran a hacerlo. Invito a que en dado caso, usemos los comités de ética de nuestras instituciones y agotemos todas las vías “legales” posibles, no caigamos en el error que justo criticamos en los demás.   

Cierro celebrando a todos esos académicos que actúan de forma ética, que dan crédito a quien lo merece o se apartan de un manuscrito en el que no pueden tomar responsabilidad de la coautoría. Sigan dando buen ejemplo y haciendo de la academia un lugar menos hostil, menos como el resto del mundo. Muchos estamos trabajando por hacer ciencia de forma más ética y colaborativa. 


*Gracias a mi amigo y colega Romeo Saldaña por la lectura crítica y propositiva de esta entrada que sin duda la mejoró.

**La imagen de la portada fue generada con OpenAI. (2024).

Referencias:

  1. Hunt, R. (1991). An authorship index.
  2. Tscharntke, T. et al. (2007). Author sequence and credit for contributions in multiauthored publications.
  3. Shen, H., Barabási, A. (2014). Collective credit allocation in science.

Dejar un comentario